Leer un cuadro: Los caprichos de Francisco de Goya

La serie de grabados denominada Los caprichos es una colección de 80  estampas llevadas a cabo por el pintor español Francisco de Goya y cuya temática satírica es una atroz crítica  de la sociedad española, sobre todo hacia la nobleza y el clero, llenos de visiones delirantes y absurdas. Están realizados con una técnica mixta de aguafuerte, aguatinta y punta seca.
Para muchos el origen de esta obra hay que buscarlo en  la amistad que en la década de los años ochenta, finalizando el siglo XVIII, trabó el pintor aragonés con algunos ilustrados, lo que hizo que naciera en él una repulsa hacia los defectos de la época como eran el fantismo religioso, las supersticiones, la Inquisición, imbuido del deseo de una sociedad más justa.
Un aspecto muy importante que se ve en esta obra y en la que, sin lugar a dudas, encontramos a un Goya mucho más auténtico que se  aparta de los convencionalismos de pintor de corte, es la  evolución perceptiva del pintor. Ésta queda plasmada a lo largo de toda la colección, en la que podemos observar el efecto que la enfermedad, que ataca a Goya en 1793, va dejando en su manera de ser.
La sordera hace que poco a poco se vaya refugiando en su mundo y se vuelva mucho más escéptico respecto a los valores y los ideales. Lo que en un principio es una crítica a la mujer influido por su desengaño amoroso con la duquesa de Alba, o una simple chanza, se va convirtiendo en imágenes tétricas, confusas, de difícil interpretación a veces.
La denominación de "caprichos" viene a significar las imaginaciones que se generan de la contemplación de la realidad. Este vocablo ya había sido utilizado por el pintos Gianbattista Tiépolo. Pero Los Caprichos no eran el primer nombre elegido por el pintor. Se iban a llamar Los sueños por la clara influencia de la obra del mismo nombre de su tocayo Francisco de Quevedo. Escrita entre los años 1607-1635, Los sueños trata de conversaciones entre los demonios y los condenados, situadas en el Infierno.
La serie sale a la venta en 1799 aunque es retirada cuatro años después por el temor del autor ha ser acusado por la Inquisición de herejía. Las planchas las ofreció a l rey, así como los ejemplares restantes a cambio de una pensión para su hijo.
No cabe duda de que lo que más llama la atención de esta obra es la temática. No existe una estructura organizada en las distintas láminas, aunque hay algunos temas recurrentes como el de las brujas, encarnación del mal, los frailes, como símbolos de la inquisición, los asnos, elementos fabulísticos de la ignorancia aparentando sabiduría. También encontramos sátira erótica, inspirada en su desengaño por la duquesa de Alba, como antes hemos señalado, y en las que hace hincapié a la inconstancia en el amor, la seducción sin compromiso, unido a un personaje que no necesita presentación como es la celestina.No evita tampoco entrar en la lascivia masculina ni en los convencionalismos sociales.
A partir de lo dicho, se puede hablar dos partes argumentales en la serie: la primera con predominio de la estética de los últimos cartones, con los majos y las majas, y el recuerdo de la duquesa, así como aparición de personajes bestiales; una segunda, a partir del 43 en el que la imaginación de Goya se desborda en un mundo de delirios.
No podemos olvidar en nuestro análisis un elemento inquietante: los comentarios y las leyendas al pie. Pensamientos de Goya, aforismos al modo de Baltasar Gracián, que puden ser cortantes, desgarradores, con un fondo y significado ambiguo y que muchas veces nos invitan a un juego de palabras.
Para terminar, cabe decir que en esta obra encontramos el germen del movimiento romántico, que nos muestra a pesar nuestro el monstruo que todos llevamos dentro y que produce en la sociedad injusticia y sinrazón.



EL SUEÑO DE LA RAZÓN PRODUCE MONSTRUOS.

La noche se cierne sobre el pintor, transformando la luminosidad de su visión del mundo, que hablaba desde la orilla del Manzanares, desde el juego del pelele o  en la mirada de las majas y majos enamoradas, en un mundo de amarga ironía en el que  la superstición y la ignorancia se van abriendo hueco.
 Tal vez porque ha dejado de oír el exterior escucha  a su alma atormentada, herida por un amor imposible, trenzado en el desdén y la frivolidad de la mujer adorada. Tal vez porque ya no oye la algarabía de una corte regentada por el interés, la abulia y la incapacidad de asumir que la ciencia es necesaria, que no se ha de seguir aferrados a una fe que lleva al abismo de la estulticia, el pintor oye las voces que le hablan desde dentro y que le descorren un velo que, como el sudario de un fantasma, abren el telón a una siniestra función.

La imaginación y el arte de la mano para crear el universo de la sátira goyesca, para dejar fluir la amargura que queda también  grabada en aguatinta y aguafuerte para mostrar la decadencia de una sociedad disfrazada de maneras.

Tal vez la única solución sea dejar de pensar. Acallar la voz de la razón, expulsarla de los sueños, alejarla de la mente para que, de una vez, deje de producir monstruos.

  (Artículo y relato Elena Muñoz)



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