Cine: Un monstruo viene a verme



Desde que pudimos encontrarnos con Juan Antonio Bayona en El orfanato o en la epopeya infantil que supone Lo imposible,  la infancia como protagonista parece una constante en este joven director.

En Un  monstruo viene a verme de nuevo nos presenta la historia de un niño que ha de afrontar sus miedos de preadolescente ante la situación vital más dramática que se le puede presentar a  un ser humano en su crecimiento: la grave enfermedad de una madre.

Basada en una novela del escritor Patrick Ness  (A monster call's) Bayona nos traslada a un periplo entre la realidad y la fantasía en el que el protagonista, rodeado de crueldad e indiferencia, debe llegar a encontrar el sentido de su propia situación. Pero no lo hará solo, sino de la mano de su  maestro yedai, un milenario árbol,  que irá cobrando vida durante varias noches y que a través de sus historias nos llevará al desenlace.

Bajo nuestro punto de vista la película tiene unos claros ecos dickensianos, tanto de Oliver Twist niño maltratado, despreciado e incomprendido),  como de Cuento de Navidad, incluso en el uso del número tres (tres historias, tres noches).

La narración es correcta, alternando entre el proceso vital  de Connor, el niño,  y las historias ejemplarizantes del monstruo. Los efectos especiales, en un ambiente  gótico, son de una estética impecable, de gran belleza. El monstruo, en otra reminiscencia evocadora de relatos inspiradores,  recuerda  a un ent de la saga de El señor de los anillos, incluso en el doblaje, perdiendo en castellano la voz original del actor Liam Neeson.

Dicho todo lo anterior, la sensación al terminar la proyección es que algo le falta o tal vez le sobra. Los recursos dramáticos son absolutamente previsibles y fáciles. El niño protagonista, Lewis MacDougall está alguna veces sobreactuado (vaya por delante la dificultad de trabajar con niños); la resolución de los conflictos demasiado rápidos y as situaciones dramáticas muy fáciles: quién se resiste a situaciones de maltrato de un niño o de enfermedad de una madre. Es una pena que no se saque más partido de la magnífica actriz que es Sigourney Weaver. Solo el final lo separa de una película que sería adecuada a un público mayoritariamente infantil .

En definitiva, una película entretenida, no mucho más, para una tarde lluviosa de otoño.



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